Un impresionante escenario natural, con asombrosas esculturas naturales, espejos de agua e inmensos paredones a la vera del río Atuel. La paz y el silencio del Cañón refuerzan su belleza (origen de leyendas centenarias), y la variedad de servicios para el turista hacen de él un lugar ideal para unas vacaciones inolvidables.
El Nihuil, a sólo 73 kms. de San Rafael es la primera escala de un circuito que recorre los angostos caracoles del Cañón del Atuel hasta el Valle Grande para regresar de allí a la capital departamental. La villa El Nihuil es de una calidez apacible. Cubierta de carpas y motorhomes, puede conjugar en un mismo espacio la preparación de un suculento chivo a la parrilla, un crucial partidito de fútbol entre amigos y los preparativos de un grupo de muchachos que bajan del coche sus tablas de windsurf.
En el embalse, a su vez, podemos encontrar a los kayaks y jet ski surcando el espejo de agua, mientras un grupo de chicas se dora al sol y familias y jóvenes nadan y disfrutan del agua. Poco más allá otros disfrutan de una apacible conversación, mate de por medio, acompañada por el zumbido de un anzuelo que trepa hasta la rambla.
Aguas arriba de la presa Valle Grande nos internamos en el Cañón del Atuel para descubrir sus maravillosas esculturas naturales: Los Jardines Colgantes, Los Monstruos, El Mendigo, Sillón de Rivadavia, Museo de Cera, La Ciudad Encantada, Los Viejos y EL Lagarto, por mencionar solo a algunas de ellas. Los minerales y las piedras del Cañón hipnotizan y maravillan con sus formas. Mientras las combis serpentean por los caracoles, entre los paredones del cañadón, los espejismos de roca aparecen y desaparecen a su paso como caprichosas y escurridizas esculturas. Y dos lagos artificiales (Aisol y Tierras Blancas) contribuyen a realzar la belleza del paisaje.
El murmullo del río Atuel (que toma su nombre de una antigua leyenda indígena) acompaña nuestro viaje entre el embalse El Nihuil y Valle Grande, pasando por las centrales hidroeléctricas Nihuil I, II y III. Así arribamos, en un resquicio del Cañón, al Cañadón Negro o de los Toboganes, donde recorremos unos metros por un pasillo de arena, entre paredes de roca monumentales, para luego trepar algunos escalones y encontrar toboganes naturales, fallas en las enormes paredes -que parecen cortadas con cuchillo- y el absoluto silencio como premio final.
Por el largo camino pedregoso del Cañón, escoltados por paredones de hasta 350 metros de altura, arribamos a Valle Grande. En este embalse, así como en los rápidos del Atuel, la opciones de turismo aventura se multiplican con actividades como el rafting, el jet ski o el buceo, el rappel y la tirolesa, o simplemente con la posibilidad de retozar en algunas de las playitas, a la vera del río, o de disfrutar de las distintas formas de hidroterapia que se ofrecen. Al costado de la ruta el turista puede encontrar todos los servicios. Allí el viajero recibe el asesoramiento, la indumentaria y el equipo necesario, así como la instrucción y la guía para realizar la práctica elegida.
El último tramo del camino de regreso a la Ciudad depara nuevos paisajes, donde el cañadón se llena de tonalidades diferentes que hacen de fondo a las cabañas arboladas, disponibles todo el año para el turista. En algún momento la ruta se bifurca y así abandonamos hasta la próxima vez este escenario pedregoso llamado Cañón del Atuel.